viernes, 30 de abril de 2010

Acosados

“¿Son tus aficiones extrañas? ¿Tienes algún defecto físico? ¿Te caracterizas por tu raro comportamiento o tu personalidad peculiar? ¿Y qué me dices de tu forma de pensar? ¿Eres diferente al resto? Si es así, lo siento, pero lo único que te mereces es mi desprecio y repulsión. No obtendrás de mí otra cosa que insultos, comentarios despectivos, burlas, ridiculizaciones e incluso alguna patada o escupitajo si se la ocasión lo merece. Total, qué importa, si todo el mundo está de acuerdo conmigo...”

Esta triste realidad afecta a muchas personas que sufren cada día los efectos de una conducta social denominada “bullying”, que consiste en una serie de acosos a los que una persona está sometida constantemente. Tanto si se trata de acoso verbal, (insultos), no verbal, (burlas, desprecios..), físico (patadas, bofetones..), o grupal (marginación), este va a hacer mella en la autoestima y estado psicológico de quien lo padece. Puede suponer la exclusión social de la víctima, que por lo general, y haciendo referencia al término, suele ser un niño (o no tan niño) que recibe agresiones continuadas por parte de sus compañeros.

Ampliando el concepto y aplicándoselo a personas adultas, lo cierto es que la crueldad de este comportamiento no disminuye, a pesar de que los acosadores sean más mayores y su capacidad intelectual y madurez se haya incrementado (teóricamente). Aquellos que ponen en práctica este tipo de violencia suelen tener un motivo que no justifica en absoluto su comportamiento. El hecho de sentir un grado de inseguridad importante o creerse inferior a los demás incita a ciertos individuos a tratar de acomplejar a sus víctimas mediante humillaciones. Esta acción les hace sentirse poderosos, capaces de hacer algo para aumentar su ego a través de minar el de otros. Además, de esta manera demuestran ser duros, fuertes, dominantes, machotes, 'guays'... En ocasiones, estos adjetivos les otorgan popularidad, que usan para seguir metiéndose con quien les apetezca en cada momento.

La mayoría de los testigos temen ser juzgados como “raritos, lo que les expondría a sufrir el acoso que sufre su compañero/a, por lo que siguen al aparentemente fuerte. No les merece la pena arriesgarse defendiendo al damnificado, aunque en el fondo sepan que la actuación de los “respetados” no está bien y la consideren una inmoralidad y una injusticia. ¿Cómo reaccionarían si estuviesen en el lugar del perjudicado? ¿Cambiarían su forma de ser para complacer al desalmado que les hace pasarlo realmente mal? ¿Pedirían ayuda o se quedarían en el intento al comprobar que nadie está dispuesto a socorrerles? Y en el caso de que su vida volviese a ser como antes... ¿Seguirían mostrando un comportamiento cobarde que les proporcionase la seguridad de no ser discriminados? Porque lo único que demuestran es falta de valentía y personalidad, y un miedo inmenso a la opinión de los demás.

Por otro lado, resulta curioso el que los acosados siempre suelan ser personas aparentemente débiles, incapaces de defenderse de todos los 'hienas' que se dedican a incordiarles, tímidas, reservadas, con personalidades y aficiones singulares, no demasiado agraciadas físicamente o con tendencias sexuales diferentes.

Esto tiene una explicación: el diferente tiende a ser discriminado por no encajar del todo en la sociedad. La mayoría de la gente prefiere seguir un camino fácil que le permita ocuparse únicamente de sus propios intereses, haciendo caso omiso a aquellos que piden ayuda a gritos, en un mundo en el que nadie les escucha. Cada cual se limita a dejarse llevar por el egoísmo, lo que implica el no relacionarse con gente “rara” o despectivamente considerada “friki”, que pueda perjudicar su imagen o posición social. Esto provoca la marginación del afectado, a no ser que este encuentre a personas con una mentalidad libre de prejuicios y la suficiente personalidad para decidir por sí mismas con quien quieren relacionarse, sin darle importancia al “qué dirán”.

La gente diferente que podría ser objeto de burla o acoso pero posee unas características personales similares a las descritas previamente, tiene la capacidad de imponerse y encontrar su lugar, no dejando ser pisoteada por nadie. A mi modo de ver, esas personas tienen motivos para sentirse orgullosas, pues han podido vencer graves prejuicios adoptados por la mayoría, lo que les permite sentir una doble satisfacción: vivir tranquilos sin soportar inmaduros que paguen su inseguridad con ellos, al mismo tiempo que conservan la esencia que les hace especiales.

En conclusión, cada cual sabrá cómo actúa ante estos casos, lo único incuestionable es que la opción más inteligente no es cerrar los ojos ante las cosas que no queremos ver, porque consideramos que no son de nuestra incumbencia.

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